[flickr]photo:6876484781[/flickr]
[flickr]photo:6876484733[/flickr]
Enter the Ghost, Exit the Ghost, Re-Enter the Ghost
(Propuesta de práctica comisarial intermitente como parte de un proyecto de investigación a partir de un texto de Pier Paolo Pasolini titulado “Los jóvenes Infelices” [1] )
(ENTER THE GHOST)
El otro día pregunté en administración por el fantasma de Bilbaoarte. Lógicamente no me supieron contestar. – ¿Quién podría? -. “Todos los centros de arte tienen uno”, argüí. Al parecer, el fantasma de Bilbaoarte es especialmente reservado. Y no se muestra. No se ha mostrado nunca. Estoy seguro, no obstante, que “está” – en un sentido amplio del verbo, pues se sobrentiende que en tanto espectro su frecuencia de onda, de aparición, de entrada en escena, es de otra índole-.
Me han comentado que el edificio era un antiguo colegio. He ahí un espacio emblemático.
No tengo fines parapsicológicos para con el supuesto fantasma. Todo lo contrario. La cuestión ontológica me interesa más bien poco. Trato precisamente de conjurarlo como sistema de producción.
En “El amor como pasión”, Niklas Luhmann inscribe el amor como medio simbólico general por excelencia de comunicación interpersonal, es decir, el amor no sería exactamente ese sentimiento al que llamamos amor sino la coyuntura (un medio, un código) en el que tales sentimientos pueden llegar a producirse, pues, afirma Luhmann, su posibilidad de éxito en condiciones materiales de socialización es altamente improbable.
(Finalmente, como suele suceder, todo remite a Marx: reproducción de los sistemas de producción).
El medio que le es propio al fantasma es muy similar al que le es propio al amor: ambos no entienden de economía (en un sentido amplio del término), ambos no se rigen por nociones de gasto o beneficio. Una economía fantasmática (si es que es posible este apelativo) se regiría en principio por una frecuencia de visita a la que le es atribuible un potencial de transferencia (y transformación). [2] La economía del amor funciona de una forma parecida. [3]
(EXIT THE GHOST)
Pasolini comienza “Los Jóvenes Infelices” de una manera un tanto enigmática. Escribe:
Uno de los temas más misteriosos del teatro griego clásico es que los hijos estén predestinados a pagar las culpas de los padres. No importa que los hijos sean buenos, inocentes y piadosos: si sus padres han pecado deben ser castigados.
A continuación se pregunta por la verdad que esconde esta aseveración (verdad de la que es depositaria el coro griego). Reconoce que durante mucho tiempo le ha parecido algo naif, “antropológicamente ingenuo”. Pero que, llegado un momento, no puede sino admitir que tal sentencia es absolutamente cierta. “Al final, mi juicio, pese a que incluso a mí mismo me parezca injusto y despiadado, es condenatorio”
Entonces, una vez intuida la certeza del mito, que es ahistórica, Pasolini se dedica a vertebrarlo en la realidad histórica de su tiempo.
En otro momento, Pasolini escribe: “Pues los hijos que no se liberan de la culpa de los padres son infelices, y no hay signo más decisivo e imperdonable de la culpa que la infelicidad”.
Vivimos tiempos difíciles. Me pregunto qué deben pensar sobre la situación actual de nuestro país aquellos que depositaron con tanto esfuerzo sus ilusiones en una democracia tras la muerte del dictador. Me pregunto qué supone para todos aquellos nacidos en los florecientes años 80 la noción de “Estado del bienestar”. Me pregunto, finalmente, si la perplejidad de unos y la frustración de otros, si la ira o la amargura de ambos, confluye en algún punto de entendimiento o todo lo contrario, promueve el distanciamiento y la disgregación social, la extrema competitividad, un individualismo exacerbado, en definitiva, la perdida de todo vínculo con el pasado y toda esperanza de futuro.
(RE-ENTER THE GHOST)
Mi trabajo consistirá en articular desde la intermitencia expositiva, ciertas interrupciones e interferencias – modo de producción fantasmático – en las que sondearé contenidos en relación al texto de Pasolini y al desarrollo de esa noción de culpa transferida [4] y no liberada.
—————————————————————————————
[1] PASOLINI, Pier Paolo, Lettere luterane. Il progresso come falso progresso, Einaudi Tascabili, Torino 1976. publicado en castellano por la Editorial Trotta, Madrid 1997, en Cartas Luteranas.
[2] Cual transfer – corporalidad transparente – podríamos superponer un mapa de producción fantasmático sobre otro de producción de objetos y servicios. Observaríamos inmediatamente que a la automatización y el “frozen” temporal en la eterna circularidad hiperproductiva de objetos y servicios, lo fantasmático superpone una improductiva reflexividad.
[3] Niklas Luhmann apunta a una evolución histórica en paralelo entre la relación amorosa y la relación crediticia. Peter Sloterdijk, en conversación con Alexander Kluge (Alle Dinge sind verzauberte Menschen – Todas las cosas son personas encantadas – dentro de Nachrichten aus der ideologischen Antike – Noticias de una antigüedad ideológica, 2008) refiere la sociedad del crédito como uno de los orígenes de la Modernidad, el Estado como garante crediticio (el “cameralismo”). De ahí que no sea muy descabellado pensar no tan solo en una evolución en paralelo sino en una evolución en continua y creciente confluencia. Confluencia que el Neoliberalismo, como excrecencia supina de la lógica moderna, ha llevado al extremo (mi anterior film trataba sobre esto mismo, ver: Pretty Woman und andere Geschichten, ein Film mit Alexander Kluge – Pretty Woman y otras historias, un film con Alexander Kluge, 2011). Cabe una pregunta: siguiendo cierto pensamiento de la correspondencia, ¿habría sido a su vez la economía recíprocamente afectada por las particulares formas de producción del amor?. Aquello de que hasta en lo negativo el amor se contiene a sí mismo hace sospechar que sí.
En cuanto al fantasma, hasta el momento, parece haberse escapado a esta interiorización. Como señala Derrida, el propio Marx tuvo una actitud ambigua frente al espectro, “le gustaba tan poco como a sus enemigos”, que eran los enemigos del comunismo, ese espectro que asediaba Europa. No obstante, si toda fantología (Derrida) surge de una cuestión temporal no resuelta en relación a una corporalidad ya no dominante, el fantasma sería todo aquello incontrolable del propio sistema histórico, económico y, también, tecnológico, pues surge a posteriori, como efecto no calculado, un imprevisto de duración indeterminada.
[4] Este, y no otro, es el territorio del fantasma, recuérdese a tal efecto la famosa aparición del fantasma del padre de Hamlet. Es él, a medio camino entre el cuerpo y el espíritu, quien desencadena la trama, al anunciarle a Hamlet que ha sido asesinado y exigirle que actúe en derecho, que haga justicia, que vuelva a poner al derecho ese mundo torcido, injusto. “The time is out of joint”, el tiempo está desajustado, dice. (Jacques Derrida en Espectros de Marx…, a propósito de Hamlet. El título de la propuesta fue extraído de cierto énfasis por parte del filósofo francés al respecto de una acotación en el texto de Shakespeare)