Cómo doblar tu dinero remite a un ejercicio lúdico, a un pasatiempo, como podría considerarse la papiroflexia. Ese trabajo manual que ocupa el tiempo de ocio y sirve a muchos como descanso o terapia, es aquí un trabajo artístico. ¿Es el arte una actividad que aparece (como la filosofía) cuando las necesidades primarias están cubiertas, es decir, cuando existe un tiempo para el ocio? O, como diría Duchamp, ¿es el arte del siglo XX un mero pasatiempo sin importancia, como si estuviéramos atravesando un período dulce y todas las guerras por las que hemos pasado fueran parte del decorado?
En ese pasar el tiempo sin importancia es donde yo propongo este trabajo: mientras esperamos al autobús, nos tomamos un café en un bar sin compañía, esperamos en la peluquería, charlamos en casa con la familia…, es en esos momentos donde nos ocupamos de elaborar nuestras figuras. Esos dobleces que conforman cada origami nos hacen ser conscientes de lo que tenemos entre las manos, reflexionamos sobre ese material, nos da lugar a pensar sobre su valor, su uso, la necesidad que tenemos de él… No convivir con ello de manera inconsciente.
Cuando lo damos a cambio de un objeto o servicio, estamos dando no sólo un papel que simboliza nuestro trabajo profesional, sino también un trabajo real, tangible, visible… y hermoso. Y no se lo damos a una multinacional, a un banco, a un ser invisible, sino a aquel que lo recibe detrás del mostrador, de la barra de bar, de la caja del supermercado, quien lo tomará con una sonrisa. Inevitablemente lo deshará para poder meterlo en la caja, pero ese gesto permanece, esas marcas de los dobleces en el papel seguirán ahí, para que cuando otra persona lo encuentre pueda saber qué ha sucedido ahí, en ese papel.