El viernes 12 de julio de 2019 a las 19:30 h. se inaugura en la Sala Urazurrutia de BilbaoArte una nueva exposición colectiva con pinturas seleccionadas a partir de los fondos de la colección de la Fundación, bajo el título «Begira».
Los artistas residentes en BilbaoArte desde 1999 hasta 2018 que participan en la muestra son: Abigail Lazkoz, Alain Urrutia, Alberto Albor, Fermín Moreno, Fernando Villena, Gala Knörr, Ianire Sagasti, Ignacio Goitia, Ismael Iglesias, Jorge Rubio, Juana García-Pozuelo, Judas Arrieta, Kepa Garraza, Leticia Gaspar, Lourdes de la Villa, Txaro Arrazola, Taxio Ardanaz, Aitor Lajarin, Mikeldi Pérez e Iker Serrano.
El acceso a la exposición estará abierto de lunes a viernes de 17:30 a 20:30 h. hasta el 22 de agosto. Entrada gratuita.
Begira
Colección BilbaoArte
La celebración del 20 aniversario de la Fundación BilbaoArte Fundazioa se materializa con la exposición Begira. Se trata, por tanto, de la primera retrospectiva de la colección pictórica de la institución, recuperando y poniendo en valor cuestiones como la trayectoria de la Fundación, el papel de la pintura vasca en el ámbito local e internacional, la versatilidad estilística en el contexto vasco, o la importancia del apoyo a los artistas emergentes, entre otras.
Los artistas presentes son algunos de los autores vascos que tras su paso por la institución, han continuado su trayectoria artística hasta la actualidad. Artistas, que a pesar de haberse formado en un contexto similar, presentan resultados muy diversos. Convertidos algunos en referentes internacionales, estas obras reflejan su experiencia residencial así como los discursos, estéticas, técnicas y conceptos que estaban trabajando en ese momento. Aspectos que pudieron ser experimentales, o que se han establecido como elementos recurrentes en su producción, llegando incluso, a ser la seña identitaria de algunos de ellos.
Exposiciones como esta, contribuyen a construir una nueva visión e imaginario de la pintura vasca contemporánea; la cual, por lo general, se aleja de la visión tradicional costumbrista o de la identidad propiamente vasca, adquiriendo un carácter más internacional. Una nueva percepción que con el tiempo pasará a estar en la memoria cultural local y del País Vasco.
El título Begira plantea una doble lectura de la exposición. Por un lado, al mirar y recuperar obras del pasado para presentarlas en el presente, y por otro lado, por las interpretaciones que puedan surgir de las propias obras. El arte tiene la capacidad de excederse y de trasladarnos a una realidad donde es posible que se nos muestren categorías correspondientes a nuestra realidad. Tal y como expresó Alberti en su tratado De pictura, la mirada no es fija, y la interpretación depende del espectador.
Begira logra hacer coincidir en un mismo espacio artistas de diferentes generaciones con una producción que va desde el año 1999 hasta el 2018. La diversidad estilística de las obras seleccionadas sugiere posibles vertientes que ha tomado la pintura como género en estas últimas dos décadas. Ya no podemos hablar de abstracción o figuración en términos académicos tradicionales, sino de una superación y un cuestionamiento constante de los límites de la pintura y la inclusión de metodologías de otras campos del conocimiento como la ciencia, la tecnología, la filosofía, la física, u otros manifestaciones artísticas como la fotografía, el cine o los nuevos medios en general. Las obras parten de cuestiones muy enraizadas en el contexto vasco pero las herramientas, técnicas y discursos se conectan con las búsquedas y tendencias de actualidad también a nivel global. Begira, puede entenderse entonces como una muestra que apuesta por la diversidad de miradas no solo de los artistas contemporáneos vascos sino por la complejización de la pintura como género, y su supervivencia ante la vieja amenaza de su muerte.
PINTURA TRANSFRONTERIZA
Iñaki Esteban
La pintura se ha liberado de sí misma, de sus prejuicios y de sus tópicos. Ya no tiene por qué ser ni representación de lo real ni juego formal, ni tampoco expresión de la imaginación y el sentimiento, ni muestrario de citas de la historia de la disciplina, como en los primeros compases del posmodernismo. La colección de pintura de BilbaoArte, que comenzó a formarse justo al finalizar el siglo XX, demuestra que a los pintores actuales les importan más lo que dicen que las reglas internas de su lenguaje, ahora cruzadas con otros códigos y perspectivas.
La pintura se ha vuelto extrovertida y transfronteriza. Se implica con el cómic, con las imágenes y los contenidos de la cultura popular, con las construcciones icónicas de los medios de comunicación desde diferentes puntos de vista, por lo general críticos. Incluso recoge perspectivas para representar paisajes, en este caso urbanos, que remiten a los planos aéreos de la televisión y del cine, más allá de planteamientos clásicos o de la fotografía de la que se sirvieron los artistas desde el siglo XIX. Y aunque en esta muestra, por razones obvias, no esté incluida toda la expansión de la pintura por nuevos territorios, justo será recordar que hace ya años salió del marco y se asentó con el graffiti y el arte urbano en el espacio público, después de haber sido la máxima expresión del arte realizado para consumo privado, luego ampliado a las recogidas salas de los museos.
Picasso pintó el Guernica en blanco y negro, en un mural que por su forma y tamaño remitía a la pantalla de cine. Con ello, al valor simbólico de la obra sumaba su condición de documental de guerra, de documento de denuncia. En sus particulares pinturas negras, Warhol procesó las fotos de los delincuentes y los accidentes de coche que aparecían en los periódicos. El delito, la condena y la muerte inesperada se presentaban como cara b de una sociedad comercial que trataba de obligar a vivir la vida, por supuesto de una manera determinada. También a principios de los sesenta, como en el caso anterior, Gerhard Richter pintó en blanco y negro a su familia en la playa durante las vacaciones de verano: una transgresión irónica de la supuesta sacralidad del género pictórico, del que preserva el rastro evidente de la pincelada, a través de la también supuesta degeneración estética de la foto de aficionado y de sus limitaciones temáticas. Como resultado, una extrañeza que hace pensar en las dos cosas.
Hay rastros de estas apropiaciones de los medios de la cultura popular en la colección de pintura de BilbaoArte. Los artistas pertenecen a generaciones para los que las imágenes mediáticas o mediatizadas constituyen su entorno natural. Hay más ecología, política, crítica de las representaciones históricas, de la marginación y de la exclusión que actos de afirmación de la personalidad del artista, como fue tan habitual en algunas corrientes y que ahora son prácticamente inexistentes. Hay también humor, una de las grandes aportaciones de las vanguardias clásicas como el dadaísmo y el surrealismo.
Frente a las imágenes fluidas, líquidas y volátiles de las tecnologías, las obras de estos artistas presentan una mayor solidez y permanencia, como también lo hace la escultura.
Por lo demás, los pintores disponen de su espacio sin las restricciones convencionales de su larga historia. Por suerte, la pintura se ha despojado de su aura y ha ido construyendo un espacio amplio y transfronterizo por el que el artista puede moverse con libertad y ya sin la ingenuidad de su función representativa o emocional.
Créditos
Comisario: Aitor Arakistain
Ayudantes de comisario: Izar Aranbarri, Dailey Fernández y Alba Mielgo
Diseño de exposición: Izar Aranbarri, Dailey Fernández y Alba Mielgo
Montaje: Javier Arbizu
Restauradora: Lucía Tudela
Textos: Iñaki Esteban, Izar Aranbarri, Dailey Fernández y Alba Mielgo
Diseño gráfico: Haizea Ogueta