Cartografías del biocuerpo en la época del (tecno)contagio, Amaia Vicente (2020)

Mapa 1. El tiempo del texto y el contexto

Estas líneas se escriben en un momento de contagio y de aislamiento social. Me sitúo como una espectadora, entre fascinada y perpleja, ante la gran representación del funcionamiento de los engranajes de la megaestructura que forman la maquinaria biopolítica y tecnocientífica, frente a la idea de contagio del biocuerpo. Cuando utilizamos el concepto biocuerpo, hacemos referencia a un cuerpo y su identidad definida por sus prácticas, a la descripción biológica que produce la acción física que posibilita la acción del pensamiento; a todo aquella materia o pensamiento que se produce en un espacio y un tiempo, a los órganos, membranas, células, moléculas, glándulas, funciones físicas y químicas, entendiéndolo como un territorio complejo donde el pensamiento funciona describiendo o imaginando ideas, y donde el biocuerpo las desarrolla a través de su lenguaje, de su performatividad e interacción con su entorno, y cuyas intra e interrelaciones le definen. El contagio de estos biocuerpos se ha movido a la misma rapidez del cuerpo líquido global conectado por los medios globales.

Mapa 2. El tecnocontrol del contagio

Frente a una pandemia global las fronteras de los países y sus diferentes relaciones mutan, pero, a pesar de todo, las fronteras reales pueden ser traspasadas desde lo tecnológico, accediendo desde las fronteras ubicuas y ciberpolíticas. El biocuerpo humano extendido y ayudado por una mirada médica tecnocientífica basada en los dispositivos de control, pone en marcha el mecanismo biopolítico al servicio del cuidado del cuerpo contemporáneo ante la interferencia masiva de virus y síntomas que atacan tanto a agentes productores y reproductores del sistema, como a su hábitat. Pero el reto es lograr la inmunidad social frente a la infección. La sociedad infectada, como tal, se convierte en una sociedad necesitada de tutela, necesitada de un control masivo social que se hace efectivo a partir del absoluto control del biocuerpo material, físico y biológico, de sus movimientos, de sus miedos, de sus pesadillas. Y con ello se fortalecen las estructuras que se dedican al trabajo micropolítico de crear paraísos de inmunidad a partir de sistemas de control colectivos que son y serán aceptados y asumidos, difuminando totalmente la frontera entre lo público y lo privado. Es la puesta en práctica del panóptico que describía Foucault como máquina de control que ve y no es vista, y que nos reorganiza la vida a partir de nuevas disciplinas y hábitos corporales. En este contexto las técnicas del cuerpo, que describe Mauss, se activan sobre una sociedad disciplinada a partir del control del comportamiento mediante la imposición de la vigilancia, y actuando a través de esta, con el control en la corrección de la ciudadanía. El contagio es lo que debe ser controlado y el biocuerpo contagiado se debe aislar. Los lemas que han plagado todos los medios de comunicación son utilizados para explicarnos la lógica obligación impuesta por los Estados-Nación, que representan la necesaria regulación legal por el bien social común. Dichas imágenes y mensajes funcionan de forma conjunta entre la ley, la medicina, la ciencia, la tecnología, y la política, cuyo fin es construir nuevas normas sociales de comportamiento.

Mapa 3. El biocuerpo como agente molecular contagiado

Esto nos traslada plenamente al mundo de la interface y a establecer relaciones y comportamientos sociales aislados e interactivos, donde la interface se convierte en la herramienta política que posibilita el contacto con otros agentes o biotecnocuerpos individuales, que nos aleja del contacto social de la carne de los otrxs para evitar de manera desordenada el contagio masivo que colapse el sistema. Esto me hace ser mucho más consciente de que la realidad de lo que nos rodea ya no se parece a una novela o película de ciencia ficción, sino que es nuestra realidad ahora. El futuro que yo imaginé siendo niña en los años setenta y ochenta del siglo XX ha llegado. Y ha llegado más rápido de lo que realmente creía. Las ideas sobre aquel futuro distópico resulta que siempre se apoyaban en sistemas sociales frágiles y maltrechos, donde lo invisible que escapa de la mirada humana es lo que colapsa el sistema.

Cuando Ada Lovelace se interrogaba alrededor de 1843 acerca de si las máquinas podían pensar como los seres humanos, y aunque ella pensó que no en su momento, seguramente sí intuía que esta pregunta nos la seguiríamos haciendo casi ciento ochenta años después. En la actualidad las máquinas han suplantado una parte humana y la han hecho propia ocupando espacios y trabajos que eran realizados por humanos, y a su vez, los seres humanos podemos colonizar otros biocuerpos posibles a partir de la tecnología. Nuestros biocuerpos extendidos son entendidos ahora como cuerpos interfaces, que se conforman desde su cuerpo orgánico, molecular, representando el límite entre el metalenguaje que existe entre las máquinas y las personas. Estos cuerpos extienden metafóricamente lo carnal gracias a las máquinas, de la misma forma que las máquinas dependen de lo carnal a partir de procesos de interacción constantes, variables y fluidos, que producen y se desarrollan en la actividad de comunicación tecnológica globalizada, y cuyas relaciones no son relaciones exclusivamente humanas.

Mapa 4. La colectividad conectada y sus fronteras ubicuas

Y aunque este cuerpo interface parece no poseer órganos, si los tiene. Éste se convierte en la representación de un cuerpo transfronterizo, convertido en “tecnocarne (Gómez, T., 2012) (1), en su hábitat o su contexto biomédico y tecnológico, socio-político y económico. Este cuerpo interface y su parte bio orgánica reclama, desde su posición de agente molecular, un retorno a pensar el biocuerpo desde su materialidad nano molecular y orgánica viva, su cuidado, y sostenibilidad, asumiendo la complicidad impuesta con sus regímenes tecnológicos, para introducir desde distintas áreas de conocimiento y desde diferentes prácticas, la idea de dicha carnalidad. Este agente social individualizado desde la interface tecnológica puede representar el pensamiento crítico y la praxis política de manera inagotable a través de la producción simbólica que se crea a partir de acciones donde están involucrados las metodologías y procesos estéticos.

Esto permite indagar sobre las posibilidades tecnoestéticas de agenciarse del universo simbólico con el que generar seres proactivos. Estos seres proactivos y/o agentes estéticos moleculares al crear agencia, es decir, al producir nuevos relatos, reflexiones y acciones proactivas, que se encuentran definidas por su propia interacción, situada en un tiempo y espacio concreto y específico, pueden agenciarse del poder cambiar su hábitat. No solo es importante la parte tecnocarnal del agente humano individual que produce, sino, y sobre todo, los cuerpos interfaces o agentes moleculares tecnocarnales colectivos que deconstruyen, reconstruyen y mutan los procesos relacionados con la comunicación, significado y acciones interactivas entre humanos a partir de máquinas, derivan en una posibilidad abierta para producir una tecnoestética que derive en el agenciamiento político.

Mapa 5: Los posibles otros territorios de la tecnocarne

Se trata de “carnalizar” lo tecnológico desde el campo artístico, crear en realidad pequeños dispositivos de translación que permitan reconfigurar relatos o mundos. Cuando me refiero a carnalizar lo tecnológico, significa realizar un desplazamiento desde otro margen, conociendo el grado de poder acumulado detrás de la tecnología del software, y trasladar cuestiones que se interroguen sobre la manera de poner en práctica una comunicación efectiva y afectiva de ideas. Si dotamos a estos cuerpos interfaces, a estos biocuerpos colectivos y proactivos, a estos agentes moleculares estéticos, de la posibilidad de generar agencia (2), podremos obtener un espacio propicio para el desarrollo de una tecnoestética afirmativa. En este sentido se considera que este cuerpo interface, público, colectivo e infectado a partir de la interacción tecnoestética flexible y colectiva, es capaz de realizar una resimbolización que posibilita nuevos imaginarios que eliminen fronteras entre la acción y el pensamiento. De esta manera, cada agente molecular estético individual que existe en los espacios del tecnocontagio, contribuye de manera individual, y a la par colectiva, en la eliminación de dichas líneas fronterizas convirtiéndolas, de esta forma, en líquidas y permeables, posibilitando el desarrollo de una inteligencia inter e intrapersonal.

Mapa 6. Posibilitando el tecnocontagio

La creación de espacios para una comunicación fluida alrededor de temas urgentes implica plantear el espacio artístico como espacio destinado a la creación de agencia a partir de lo cognitivo y de la interacción o comunicación a partir de máquinas con otros agentes. Ya que las posibilidades de estos espacios intervenidos fluyen de manera abierta, constante y fluida, la expansión más allá del propio espacio de tecnocontagio, una vez producido, durará y permitirá a cada agente convertirse en agente molecular empoderado, permaneciendo dicha interacción con dispositivos, como una huella cognitiva realizada a partir de la interacción corporal y orgánica. En este sentido la relación HCI (Human-Computer-Interacction), se construye a partir de una línea difusa que posibilita la creación de los espacios de contacto o interferencia, espacios que generan cartografías, y que permiten al biocuerpo convertirse en una interface que elabora meta relatos, cosmovisiones propias y desarrolladas en comunidad. Cómo introducir este aprendizaje en el ámbito social se convierte en uno de los retos importantes de las prácticas tecnoartísticas. Tanto en espacios de tecnocontagio reales o virtuales, siempre la molécula del agente estético es la que elabora dichas cartografías. Depende hasta dónde queramos llevar el tecnocontagio, lo haremos en distintos territorios, que se pueden producir dentro o fuera de las fronteras del sistema del arte, de los grandes museos o salas, de la red, con lo que su propia deriva lo sitúa constantemente en el margen del sistema desde donde se nutre.

Conclusiones

Lo otro posible 

Sin duda, creo mucho más ahora que hace varios años -cuando empecé a investigar sobre el tema del biocuerpo y su forma de ser, estar y habitar en su contexto y su mutación en un cuerpo interface- en la necesidad urgente de repensar e introducir en la construcción social la idea de lo “otro posible” desde lo orgánico del cuerpo, desde sus moléculas y su actividad bioquímica, desde su carne e identidad, sus sentidos y sentimientos, y sobre todo, desde los cuidados de su fragilidad en un entorno saludable y diverso, que se debe tener presente. La forma de habitar el mundo tecnológico contemporáneo desde lo orgánico se ha convertido en el olvido del biopoder tecnopolicentrado que construye micropolíticas alejadas de la Naturaleza.

Sustentado en el materialismo económico se obvia el materialismo orgánico, el cuidado de los cuerpos (enfermos o no), y nos sitúa frente al mundo de la tecnocarne humana conectada, que trata de superar la idea de frontera real a partir de lo tecnológico y nos reduce a elaborar resistencias que reproduzcan fricciones que tensan las fronteras geopolíticas y ciberpolíticas. Esta conexión colectiva de la tecnocarne acaba situándonos de forma aislada frente al imperialismo tecnológico global que coloniza el mundo en el siglo XXI.

A partir de la corporalidad entendida como acción productora en el campo artístico y el uso de la interface como herramienta artística de comunicación, se produce la extensión y ampliación cognitiva. Aunque no es algo nuevo, los media art nos permiten experimentar desde esta nueva práctica nuestros sentidos corporales. Gracias al cambio que se produce en la idea de performance junto a lo tecnológico nos situamos y nos encontramos en terrenos que nos permiten explorar a través de este juego otras realidades sensibles, y nos presenta otras formas de entendernos. El biocuerpo se convierte de esta forma en interface, en datos, señales, demandas, acciones, etc., dentro de un sistema que está pensado para actuar desde la participación individual, donde dichos datos hablan de relatos psicológicos en la construcción de la identidad que nos hace entender a dichos cuerpos individuales dentro de una red comunicada constantemente.

Esta forma de comunicación simbólica y semiótica evidencia la necesaria introducción en lo social de metodologías y procesos tecnoestéticos, que se convierten en algo necesario para lograr la posibilidad de ampliar lo cognitivo, abriendo nuevas vías de experimentación, de reflexión respecto al desarrollo de la comunicación. Esto nos sitúa, como biocuerpos extendidos, frente a una alteración sensible necesaria para crear nuevas formas de entender el mundo y de conceptualizarlo. De esta manera nacen nuevas formas de entender nuestra propia corporalidad, ya que desde la práctica artística y la acción se llega a una mayor comprensión de nuestras realidades situando al cuerpo en el punto central para ello.

1. El término “tecnocarne”, aparece en un Software especializado para el sector cárnico que facilita el proceso de trazabilidad, rendimientos, inventarios, costos, facturación, transformaciones, entre otras tareas. Es decir, permite el análisis integral de la información en cada una de las etapas, de procesos productivos y de comercialización de la carne animal, desarrolladas por diferentes actores de la cadena, generando estadísticas útiles para la toma de decisiones estratégicas con el objetivo de mejorar los indicadores del sector cárnico. Utilizamos este termino con este sentido de la maximización comercial para hacer referencia a los aspectos que adquiere el cuerpo en las sociedades de consumo de masas e influidas por su tecnología basada en el software.

2. Cuando utilizamos el término “agencia” en este contexto, implica un acercamiento teórico y práctico al término “empoderamiento”. El origen del término “empoderamiento” se define desde el enfoque de la educación desarrollada en los años sesenta de Paulo Freire, filósofo brasileño (1921 – 1997), estando muy ligado a los denominados enfoques participativos, presentes desde los años setenta en la pedagogía crítica, donde la autonomía es uno de sus fundamentos, siendo considerada como un camino que invita a las diferentes partes involucradas a construir sociedad desde la conciencia de los problemas sociales que se viven a diario, y que afectan de manera directa e indirecta a las personas. Esta pedagogía se basa en la creación del conocimiento a través de preguntas. Cuando utilizamos estos términos aplicados en nuestra praxis artística nos referimos a la parte física que deviene en una reflexión crítica y/o teórica; de consciencia física y mental definida desde un entorno tecnológico, donde la interface se convierte en una herramienta transductora fundamental para ello. Pero éstos términos no solo los definimos desde una posición individual de interacción, ya que “crear agencia” implica definirlo desde la idea de un pensamiento colectivo interiorizado, el cual puede generar diferentes derivas, diferentes posibilidades o mutaciones en la construcción de imaginarios, tanto individuales como colectivos. El término “agencia” se atribuye a todos aquellos procesos en grupo, basados en una comunicación a partir de interfaces artísticas, que fortalecen las capacidades y confianza de las personas, donde adquieren visión y protagonismo como grupo social que pueden impulsar cambios positivos de las situaciones que viven, donde lo individual se transforma en colectivo y viceversa.

Bibliografía 

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  • Zafra, Remedios, 2010 , “Un cuarto propio conectado”, Editorial Fórcola, Madrid.

Amaia Vicente (Bilbao, 1976). Vive y trabaja en Bilbao. Artista e investigadora  en el Departamento de “Arte y Tecnología”, UPV-EHU, Leioa, País Vasco, con el titulo “Las prácticas tecnoestéticas del cuerpo interface: La biopolítica y micropolítica de la tecnocarne”. En el año 2016 ha realizado un Máster internacional de “Arte Contemporáneo, Tecnológico y Performativo”, entre la UPV-EHU y el Master “Interface Culture”, Kunst Universität Linz, Austria (AT). En el año 2010 finaliza el Máster “Investigación en Estudios Feministas y de  Género”, UPV-EHU, País Vasco. Ha participado en diversos simposium con diferentes colectivos como VALA y NOT A SOHO, en Azkuna Zentroa, (Bilbao 2019), y conferencias, Technarte Conferences, “International Conference in Art and Technologist” (Bilbao 2016), Azkuna Zentroa, con el grupo de investigacion Ikersoinu (Bilbao 2017). Ha desarrollado diferentes workshop, y becas de residencia tanto en España, Italia, Polonia, Alemania, o Austria, y su obra ha sido expuesta en el Palazzo Gallone, Tricase, (Italia, 2019),  Festival Internacional de Arte Experimental Musica Ex Machina, MEM (Bilbao, 2019), WRO Art Center (Polonia, 2018), así como en “Frattamagiore. Piazzetta Durante”, (Nápoles, 2018), y en “She Devil X. Resisters”, Studio Stefania Miscetti, (Roma, 2018), en AFO, Architekturforum Oberösterreich, Linz, Austria (2017),  en Fabra i Coats. Centre d´Art Contemporani “6ª Bienal de Aguja e Hilo”, Barcelona, 2017). En el año 2016 expone también en Ars Electrónica Festival, Linz, Austria o en el festival LAB30 Ausburg, Alemania. Ha recibido también la beca de Bilbaoarte (2007, 2010, 2015).

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