El mundo se lee de diferentes formas. Han desaparecido los acuerdos sobre la realidad y sobre la percepción de nuestros alrededores. Todas estas realidades cohabitan y existen en un mismo espacio. Esto es lo que motiva mi trabajo.
Haber crecido en un país con connotaciones culturales y políticas tan diversas fortaleció mi conciencia del mundo y de sus diferentes realidades. Recorrer y habitar el espacio público supone pensar en la idea de la libertad. Parece mágico, ensoñador, amenazador y coercitivo al mismo tiempo. Produce miedo y asombro. Se necesita estar despierto, con un radar siempre encendido, alerta ante los desafíos del entorno. El proyecto revela las ambigüedades de estos espacios y sus cambiantes disfraces.
¿Qué pasa si los espacios que habitamos, nuestras alcobas, las casas, los edificios, las calles, los barrios y las periferias son las piezas de un rompecabezas que no elegimos resolver? Los espacios se construyen de forma política. No escapan a su propio tiempo. Unos traen ligereza y alegría y otros están diseñados para ser coercitivos, para establecer reglas y limitar las actividades y las posibilidades de la gente. Están hechos para segregar o marginar, para proteger y controlar. Se convierten en imágenes de un poder oculto. Las ciudades tienen este dualismo: onírico, ideal y ensoñador, o un espacio donde el diseño se vuelve coercitivo. Deambulamos y vagamos con los ojos cerrados, como envueltos por la oscuridad, y, sin embargo, atraídos por la luz como un insecto a una bombilla. Perdemos lentamente nuestra capacidad de distinguir si somos prisioneros de un modelo coercitivo o liberados por un mundo onírico que se nos revela a cada paso.
Una dualidad contradictoria. Usando nuestro poder sobre el espacio y reaccionando a la coerción, o simplemente contemplando el espacio, convertimos esta dualidad en algo híbrido.
Transitar el espacio es someternos al rompecabezas y, simultáneamente, reclamar nuestra capacidad de redefinirlo. Podemos elegir habitar el laberinto, lo que puede ser al mismo tiempo la forma de escapar de él.
Durante la residencia en BilbaoArte, mi objetivo es continuar y desarrollar las ideas expuestas, además de trabajar en la producción de una publicación. Como parte del programa de la residencia, uno de mis objetivos es crear un espacio para el diálogo sobre el proyecto y su concepto, para nutrir nuestra percepción del efecto de los espacios en nuestra vida diaria. ¿En qué sentido un espacio o infraestructura está siendo coercitivo? ¿Cómo un diseño particular puede volverse violento o crear problemas urbanos? ¿Cómo los habitantes, y en particular los inmigrantes, se replantean y crean un entorno de vida en el que se sienten en casa? ¿Cómo surge la creatividad y la novedad de las múltiples fricciones que se producen y las fisuras resultantes en el espacio urbano?
Santiago Ortiz Przychodzka es un fotógrafo colombiano-polaco.