ADRIÁN MENA

En este proyecto formativo de creación-investigación se utilizan los recursos de la literatura y la práctica artística para confrontarlos, aislándolos o introduciéndolos en otros contextos para discutir sus abstractos comunes y propios, conjugando la observación y la lectura; la pintura y la escritura; bajo el marco de la memoria.

Realizo procesos plásticos que exploren sus tradiciones y las continúen desde el foco práctico de la experiencia, ahondando en las construcciones que la memoria y la experiencia realizan a través de un detonante literario o plástico. En las diversas lecturas literarias que llevo a cabo encuentro frases que poseen un eco más allá de la narración en la que se enmarcan, por lo que propicio su aislamiento proyectando esa fuerza en la memoria, abriendo una sensibilidad que da origen a la realización de obras plásticas que recogen y potencian nuevas evocaciones.

Si bien en su origen el proyecto se materializaba a través de la escritura en relación a los  azares que se propiciaban en los soportes (manchas, arrugas, roturas,…), en la actualidad se manifiestan aspectos puramente plásticos donde el color y la forma han sustituido a la palabra, para poner en funcionamiento los engranajes del subconsciente y del instinto, ambos anteriores al lenguaje, con el fin de encontrar una mayor conectividad no sólo con la memoria propia, sino también, con la memoria colectiva de ese otro tiempo cuyo origen es lejano pero cuyas resonancias aún continúa latiendo dentro de cada uno de nosotros.

Adrián Mena (Madrid, 1991) es un artista plástico cuya formación tiene su origen en la facultad de Bellas Artes de Cuenca, lugar donde conocería a artistas como Gonzalo Cao o Dionisio Cañas, quienes marcarían el carácter de su trabajo en adelante. Después de la realización de numerosas obras pintadas a base de escritura cuidadosamente manuscrita, tomó la inercia de un lenguaje sin palabras donde un puro vocabulario sin sintaxis aborda  las relaciones que surgen entre memoria y literatura. En sus pinturas observamos la lucha entre experiencia e inocencia; en la que el pincel a modo de batuta se mueve por azares y errores para mostrar lo que no se sabe.